Empezaré por reconocer los errores. No he acertado ni una. Pero ni yo ni nadie. Segurament algún iluminado o algún ludópata haya echado unos euros en alguna casa de apuestas y se haya cubierto de gloria teniendo en cuenta que se pagaba hasta a 40 euros a uno acertar que Jorge Mario Bergoglio sería el nuevo Papa.
A paser de todo, y viendo la tendencia que tenemos en Bilbao de adaptar los nombres a lo nuestro, no tardaremos en llamar Papa Patxi a susan tidad Francisco. (Véase el ejemplo de Jokin Caparros o Martzelo Bielsa, por ejemplo). Y además, la sensación que tengo es que no va a ser un Papa encumbrado sino alguien más cercano. Eso espero.
Pero no quiero lanzar las campanas al vuelo, como ocurrió literalmente el miércoles a las siete de la tarde. No creo que haya que esperar una revolución en la Iglesia a pesar de las apariencias. A día de hoy lo único que puede combiar en la Iglesia de una Papa a otro es el adverbio que califique al adjetivo, esto es, puede pasar de extremadamente conservadora a bastante conservadora o a muy conservadora. Y tampoco me gustaría que pasara lo mismo que con Obama, que todo el mundo glosaba sus virtudes y su grandiosidad cuando todavía no había hecho nada y algunos todavía esperamos que haga algo.
Pero da igual. La esperanza está ahí. Un Papa que viaja en «colectivo», como dicen en la Argentina, me reconcilia más que uno que viaja en papamóvil (que por supuesto viajará en papamovil). El fondo del mensaje es muy importante pero en este caso las formas son casi tan importantes. Da la sensación de ser humilde y sencillo y eso es buena cosa. Mantenemos la esperanza de que la Iglesia retorne un poco más a sus orígenes y que la curia se acerque a los pobres.
Y me da pena no poderponer el podcast de Joaquín Reyes dándole unas someras instrucciones al nuevo Papa antes de saber quién sería el elegido. Grandioso. Prometo que en cuanto esté colgado en la web de la SER incluyo un enlace. Como adelanto decir que se titula «White Smoke».